domingo, 18 de junio de 2017



Soñó con caballos

No sabía qué eran ni de dónde venían. No podía nombrarlos, pero los soñó antes que llegaran. Se levantó de su rincón junto al fuego, dejó las pieles que cubrían a los suyos de lado, tomó un carbón frío y fue directo al fondo de la cueva donde otro, ya anciano, había dibujado a los dioses y a las bestias.

El anciano ya no estaba, pero él alzó el brazo, apoyó el carbón en la pared y dejó que su mano trazara el contorno de su sueño. Uno, dos, muchos. Los sintió corriendo en la pradera, majestuoso, bellos, inalcanzables. Unas bestias nunca antes vistas por su gente.
Al finalizar su tarea, el carbón escapó de su mano y quedó junto a una piedra por miles de años. Un hombre portando una luz artificial le encontró, y junto al mismo, mirando desde las penumbras, a los caballos que otro soñó.


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