jueves, 6 de julio de 2017



Cazador de almas

Persiguiendo a una sombra esquiva, el cazador de almas en pena cruzó el oscuro jardín y entró en la sala. Todo estaba cubierto del polvo de siglos, abandonado y frío.

El hombre avanzó hasta el centro de la sala y creyó distinguir a su derecha que la sombra, riendo, subía por una inmensa escalera de piedra en forma de caracol. Con su linterna en una mano y armado solo de su valor, comenzó a subir despacio, esperando ver al espectro en cualquier recodo. Nunca supo en qué momento su papel de cazador cambió sin remedio.

Al llegar al final de la escalera, abrió una pesada puerta y al cerrarla a su espalda entró en una enorme sala de desnudas piedras. “Yo estuve aquí…”, murmuró entre dientes, al reconocer a su derecha la escalera por la cual acababa de subir. Siguiendo el rastro de sus pies sobre el polvo, volvió a subir, persiguiendo a la sombra que se burlaba.

No logró darle alcance ni pudo escapar jamás de su laberinto.

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