jueves, 6 de julio de 2017



Luces en el horizonte

¿Cómo es posible que existan esas luces?, pensó Lucas parado en la playa y fijando la vista en varios puntos de luz que se veían hacia el este, donde la tierra terminaba y comenzaba el mar. Si no hay nadie, si estoy solo. Será un incendio, se preguntó. Pero desechó esa idea. Los puntos de luz estaban fijos, como si de pronto se hubieran encendido por manos invisibles. Imposible, sentenció Lucas. Yo soy el único que queda, no hay nadie más. Pero, si todos desaparecieron, si todos se fueron quién sabe a dónde y cuándo – perdí la cuenta hace tanto -, ¿de dónde salieron esas luces?

Lucas entrecerró los ojos para ver mejor. Recordó el día que descubrió que estaba solo, que no escuchaba ya voz humana alguna, que no distinguía la figura de nadie, el rostro amigable o el insulto soez: nada. Algo grave debe haber ocurrido en el mundo, una catástrofe que aniquiló a todos, pensó. Pero yo sigo aquí, y las aves y los perros también. Cuando sospechó lo irreversible de su soledad, corrió desesperado hacia la playa y la plaza, hacia el mercado vacío y hacia la carretera. Gritó todos los nombres, todos sus conocidos, sus amigos y enemigos. Al saberse solo, supo que no necesitaba gritar más. Pronto olvidó su nombre.

Se refugió en la que recordaba era su casa. Por lo menos creía reconocerla y diferenciarla de las demás. Siempre lograba encontrar algo que comer – una lata, un mendrugo, alguna fruta – y leña para calentarse. Sin percatarse de ello, se dejó crecer la barba. Una mañana caminó por varios días hasta la ciudad, bajo el sol del diciembre ignorado, pero se detuvo en las afueras. Creyó reconocer la casa de un amor pasado. Varios días se sentó frente a las rejas, recordando amores clandestinos y risas y llantos. Ella tampoco estaba. ¿Dónde estaría?

Y ahora esas luces en el horizonte, hacia el este. No podía ser. Lucas decidió que aquello debía ser de naturaleza aberrante. Resolvió volver a caminar por la playa hasta el horizonte, y gritar y cantar canciones olvidadas para asustar a quienes intentaban romper su soledad.

Los pescadores tempraneros le vieron pasar, cantando y gritando. Pronto, sin que alguien lo advirtiera, Lucas desapareció en el mar.

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