Paredes
verdes
Era
un caserón con paredes de piedra verdosa y techos a dos aguas perdidos en el
cielo. Tenía alfombras de Arabia que amortiguaban los pasos, cuadros traídos de
todos los rincones del mundo conocido y del otro, y escaleras interminables que
cambiaban cada noche de posición, como si respondieran al capricho de un
demiurgo invisible.
Entré
a esa casa una noche de tormenta, impulsado por la curiosidad y la necesidad de
refugio. Lo hice por una puerta lateral escondida en
la pared de la calle, pero a la vista de todos. He sido testigo mudo e
involuntario de las sombras de quienes me han precedido, vagando por las
habitaciones, susurrando en idiomas olvidados, buscando algo que sin duda
perdieron y que les mantiene con vida, aunque ésta la perdieran sin remedio.
No he vuelto a encontrar la salida.
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