viernes, 28 de julio de 2017


Un rezo por el hermano Muerte


Estaba subido en un andamio. Buscaba un tomo de Hamlet en mi biblioteca, que no logré encontrar. Por qué Hamlet no lo sé, si mientras revisaba los libros barruntaba versos de Calderón de la Barca, ojos hidrópicos creo que mis ojos deben ser pues cuando es muerte el beber beben más y todo lo que sigue, que mi memoria me traía vaya a saber desde dónde.

No encontré a Hamlet. Bajé de mi altura y salí a caminar. Me crucé en medio de la calle con alguien que no debía estar ahí, correcto y formal, con una mirada severa y paternal que conozco de memoria. Le saludé con la mano entre el gentío que pasaba. Cuando volví a mirar, ya no estaba.

Bajé por una escalera casi escondida al costado de un largo muro. Dos, quizás tres pisos. Los versos de Calderón sonaban ya lejanos. En un rellano vi una galera y un bastón, colocados sobre una butaca. Era una señal convenida: no debía seguir bajando, ya que el dueño estaba trabajando. Volví sobre mis pasos, escalera arriba. Sentado en los escalones estaba su hermano que es el mío, elegantemente vestido de frac, pero sin la chaqueta. Me miró desde el fondo de sus ojos negros, en los que descubrí una infinita tristeza. Nuestro hermano nunca deja de trabajar, me dijo sin modular palabra. Yo respondí en voz alta: ¿quién rezará un padrenuestro cuando muera nuestro hermano Muerte?

Y desperté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario