La
noche del fin del mundo
Me refugié en casa.
Decidimos no huir y esperar lo que fuera en ese pequeño reducto que todavía era
nuestro. Yo preparé una cena muy ligera, ella cerró bien las puertas y las
ventanas.
Hablamos esa noche de todo,
ya que luego sería imposible. En el dormitorio de arriba nos amamos, como la
primera vez que siempre es como la última. Nos acurrucamos bajo la frazada a
esperar, sin saber si el sueño o el caos nos alcanzaría primero. Fue el sueño,
siempre es el sueño.
En la madrugada los demonios
corrieron sobre la tierra. Mientras afuera se desataba la furia, en nuestro mundo
reinó una extraña paz.
A la mañana siguiente, el
fin del mundo había concluido. Pasó por todos lados, sembrando su caos y su
destrucción. Sin embargo, quizás por un recuerdo de bondad o una simple
distracción, pasó por esta casa y no tocó a nuestra puerta.